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Adicción a las nuevas tecnologías

En la era de las nuevas tecnologías, no podemos negar su gran utilidad y los múltiples beneficios que se derivan del buen uso de estas herramientas, pero existe un segmento de población en riesgo de caer en un uso incorrecto de estas nuevas tecnologías.

Nos referimos a personas con una excesiva dependencia o incluso una verdadera adicción.

Adicción a las nuevas tecnologías

Aunque en ocasiones no es fácil diferenciar dónde acaba un uso racional y dónde empieza una conducta adictiva, nos podemos guiar por una serie de criterios:

El primero sería la pérdida de control, es decir, la persona usa la tecnología con mayor frecuencia o durante más tiempo del que ella misma desea.

Un segundo criterio sería que la conducta se mantuviera, a pesar de que comportara consecuencias claramente negativas:

  • Pérdida de horas de sueño
  • Abandono de actividades familiares o sociales
  • Problemas laborales
  • Descuido de compromisos contraídos

A partir de estos dos grandes criterios, habría una serie de signos de alerta como podrían ser:

  • Una excesiva preocupación por estar conectado
  • Malestar si algo impide la conexión
  • Necesidad de mentir respecto al tiempo o el sitio de conexión

Debemos pensar que cualquier conducta que proporciona estímulos placenteros o que nos evita un malestar, nos alivia la ansiedad o nos cubre una sensación de vacío, puede convertirse en adictiva.

En este sentido, internet en general posee sobradamente esta capacidad y dentro de internet existen numerosas aplicaciones que son también adictivas por ellas mismas:

  • Redes sociales, como facebook
  • Sistemas de mensajería o de chat, como whatsapp
  • Juegos, especialmente los que se juega en tiempo real y ofrecen sistemas de recompensa
  • Sexo
  • Compras

¿Cuáles son los perfiles de personalidad especialmente vulnerables?

Adicción a las nuevas tecnologías

En primer lugar, las personas con rasgos impulsivos, que se manifiestan por la necesidad de satisfacción inmediata, la baja tolerancia a la frustración y el aburrimiento y la tendencia a la búsqueda de sensaciones novedosas.

Un segundo perfil, vendría constituido por individuos con cierta retracción social, por un carácter introvertido, baja autoestima, miedo a la desaprobación de los demás, que se encuentran más a salvo en las relaciones virtuales, que en las reales.

Finalmente, un tercer grupo sería el perfil obsesivo, personas que no toleran la incertidumbre o la falta de control y necesitan revisar compulsivamente  el correo, los mensajes o el estado de las redes sociales, por si ocurre algo que deberían saber o conocer.

Estos perfiles no son excluyentes, pueden combinarse entre ellos en un mismo individuo, agravando el riego adictivo.

¿Cómo debemos actuar ante una excesiva dependencia tecnológica?

El primer paso es tomar conciencia del problema. Si no existe esta conciencia, no vamos a poner en marcha ninguna solución.

Cuando la persona reconoce que tiene dificultades en controlar su conducta, puede intentar cambiarla:

  • Rompiendo los hábitos de conexión
  • Limitando el tiempo de uso
  • Evitando determinadas aplicaciones

Si no es capaz de hacerlo y la conducta está interfiriendo en algún área importante de su vida, debe buscarse ayuda profesional.

Lo que hacemos los profesionales ante un usuario de riesgo es:

  • En primer lugar,  una evaluación, tanto a través de la historia clínica, como de una serie de escalas, que nos permiten medir los rasgos de personalidad del individuo y su estado neuropsicológico. Según los problemas que objetivemos en esta evaluación, iniciaremos las estrategias correspondientes, desde pautas cognitivas o conductuales, hasta tratamientos farmacológicos, si son necesarios.

Debemos pensar que no sólo se trata de fuerza de voluntad, existen alteraciones neurobiológicas que dificultan la puesta en marcha de esta fuerza de voluntad.

En estos casos, la ayuda farmacológica facilita o posibilita el abordaje psicológico.

Debemos intentar armonizar e integrar el uso de las nuevas tecnologías, las relaciones sociales y familiares y el resto de actividades diarias, sin dar nunca prioridad al contacto con la red. Si tenemos dificultades en encontrar este equilibrio, debemos buscar ayuda.

Fuente: Facund Fora, Psiquiatra Centro Médico Teknon