Asimismo, es bien conocido que las mujeres son mucho más propensas a sufrir problemas de ansiedad.
En cuanto a las edades de comienzo, unos trastornos tienden a aparecer en edades más bien tempranas y otros se desarrollan más frecuentemente en edades avanzadas.
Recientes estudios ponen de relieve la importancia que tienen respecto a la ansiedad factores como el sexo, el estatus marital, la educación, el estatus de empleo, el estatus socioeconómico y la etnia.
Además, la ansiedad es un componente importante en otra serie de trastornos: problemas sexuales, de relaciones interpersonales y habilidades sociales, de rendimiento intelectual y laboral, de alimentación,…
Pues bien, la ansiedad por la comida, actualmente, es un problema muy común, que afecta más a mujeres que a hombres y que nos puede llegar a causar grandes desequilibrios en la salud.
Este tipo de ansiedad, generalmente, está causada por preocupaciones excesivas, por tener la sensación de no llegar a todo, en definitiva por estrés.
Ante una situación en la que llevamos a cabo ingestas compulsivas de comida, lo primero que tenemos que hacer es identificar el problema, buscar las causas que nos están llevando a realizar esa conducta, saber qué es lo que nos está generando esa ansiedad.
Al final, comer es una “solución parche”. En el momento calma nuestra ansiedad, pero más tarde nos arrepentimos. Además, es muy probable que, a los días, al subirnos a la báscula, nos arrepintamos… Y esto es lo que tenemos que evitar, entrar en ese círculo vicioso que no nos permite estar bien con nosotras mismas tanto a nivel físico como mental.
Podemos decir que hay situaciones que contribuyen a agravar la ansiedad por comer y que nosotros mismos creamos:
-. Hacer dietas desequilibradas con una ingesta insuficiente de hidratos de carbono, vitaminas, proteínas, sales minerales, en general, con un aporte calórico inferior al que necesitamos debido al desgaste que nos producen las actividades de la vida diaria.
-. En ocasiones, lo que suele ocurrir es que pasa mucho tiempo desde la última ingesta a la siguiente, llegando a realizar una o dos comidas al día, saltando a posta los horarios, yendo a la cama sin cenar,…Pensamos que así vamos a conseguir bajar esos kilitos de más y lo único que hacemos es perjudicar nuestra salud.
-. La falta de descanso, malos hábitos de sueño, el consumo habitual de bebidas alcohólicas, de estimulantes,….
¿Y cómo podemos disminuir esa ansiedad por comer?
1- Comer varias veces al día, más o menos una media de cinco veces al día, distribuidas en: desayuno, almuerzo, comida, merienda y cena. Este hábito nos va ayudar a controlar el apetito, evitando las ingestas compulsivas.
2- Comer sentado en la mesa, de una manera tranquila y ordenada, sin prisa, masticando bien los alimentos,…
3- Nunca hacer la compra o cocinar con el estomago vacío. Así evitaremos comprar alimentos muy calóricos y “que se comen rápido y fácil” como: dulces, patatas fritas, galletas,…
Es aconsejable planificar los menús con tiempo para poder prepararlos adecuadamente, empezando por la cesta de la compra.
4- Favorecer el consumo de frutas, alimentos integrales,… Estos son bajos en grasas, aportan vitaminas esenciales para nuestro organismo y contribuyen a aportar esa sensación de saciedad, evitando, de este modo, caer en la tentación de picar entre horas.
5- Beber dos litros de agua al día (unos ocho vasos más o menos). Los líquidos, en general, ayudan a disminuir esa sensación de hambre, ya que lo que ocurre muchas veces es que estamos un poco deshidratados. Así que antes de comer cualquier cosa, beber uno o dos vasos de agua.
6- Reducir el consumo de chocolates, azúcares, excitantes como el café, té,… Favorecer por el contrario el consumo de infusiones como la manzanilla, poleo menta,…
7- Como hemos dicho anteriormente, tenemos que evitar el consumo de azúcar simple. Los helados, la bollería, el chocolate,…nos calman en un principio, pero la sensación de hambre vuelve a aparecer en breve. Si nos apetece algo dulce, vamos a intentar consumir productos dietéticos, con bajo contenido en azúcar, fomentando el consumo de frutas,..
8- Distraerse: antes de empezar a comer, antes de atacar al frigorífico o a la caja de bombones, distráete! Cambia de actividad, llama a una amiga,.. Si esperas cinco o diez minutos esa ansiedad habrá disminuido.
9- Anota los momentos de debilidad, esos momentos en los que te entra ese “hambre emocional”. Realizar esta conducta te ayudará a reconocerlos, a situarlos en el tiempo y a controlarlos.
10- Realiza una actividad física. La práctica de una actividad deportiva ayuda a calmar la ansiedad, nos ayuda a relajarnos y permite que disminuyamos ese estrés diario. Adapta la actividad deportiva a tu situación personal, a tus gustos. Si eliges lo que te gusta, te sentirás estimulado a continuar.
11- Duerme y descansa. Llevar a cabo unos buenos hábitos de sueño es beneficioso para todo. En cambio, la falta de sueño no ayuda a nada: hace que nuestra mente sea más propensa a la depresión, a la angustia,… Si no descansamos bien, no tenemos la energía suficiente para afrontar el día a día y nuestra fuerza de voluntad se ve mermada.
12– Come con consciencia. Es importante instaurar unos buenos hábitos alimenticios que nos ayuden a tomar consciencia de lo que comemos, aumentando nuestra fuerza de voluntad.
“Somos lo que comemos”
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