La piel es el órgano más grande de todo el cuerpo. Recubre casi la totalidad de nuestro organismo. Sus células, a excepción de las asombrosas células madre, son unas de las más versátiles de todo el cuerpo, pudiendo derivar en diversas estructuras con distintas funciones como las glándulas sudoríparas, las glándulas sebáceas, el pelo o las uñas.

Nos protege de cualquier factor ajeno al cuerpo, como bacterias, virus o agentes químicos y sustancias varias.
También nos protege del frío, del calor e incluso de la temida radiación ultravioleta.

Por si fuera poco, la piel es quizá el órgano con mayor capacidad de regeneración de todo el cuerpo, capaz de volver a formarse al poco tiempo de sufrir un daño, aguanta golpes y rozaduras, y es resistente, impermeable, elástica y transpirable.
Todo ello, por no hablar de cómo su enorme sensibilidad es capaz de hacer del contacto entre dos personas, una de las sensaciones más placenteras del mundo.
Y sin embargo, lo más fascinante es que todo ésto lo hace siendo un órgano formado por tan solo unas pocas capas de células.
Por todas estas razones, científicos de todo el mundo llevan mucho tiempo tratando de encontrar un reemplazo que pueda realizar las funciones de la piel de manera parecida, si no igual.
Ahora la ciencia ha ido un paso más allá, y científicos de distintos países, están desarrollando un material que imita la piel humana en cuanto a resistencia, elasticidad e incluso sensibilidad para recopilar datos biológicos en tiempo real.

Esta nueva “piel electrónica” desempeñará un papel importante en las prótesis de próxima generación, la medicina personalizada, la robótica blanda e incluso la inteligencia artificial.
La piel electrónica ideal imitará muchas funciones naturales de la piel humana, como la detección de la temperatura y el tacto, de forma precisa y en tiempo real. Podrán monitorear una gran variedad de información biológica, como cambios en la presión arterial que pueden detectarse desde vibraciones en las arterias, hasta movimientos de extremidades y articulaciones grande.
Estos nuevos tejidos se pueden emplear para el testeo de productos farmacéuticos así como cosméticos y químicos de gran consumo, donde la regulación actual exige el testeo sin animales.

Sin embargo, fabricar dispositivos electrónicos adecuadamente flexibles para que puedan realizar tareas tan delicadas y al mismo tiempo soportar los golpes y raspaduras de la vida cotidiana, es un gran desafío, y cada material involucrado debe diseñarse cuidadosamente.
La mayoría de las pieles electrónicas se fabrican colocando un nanomaterial activo (el sensor) en una superficie elástica que se adhiere a la piel humana.
Si la conexión entre estas capas es demasiado débil, se reducirá la durabilidad y sensibilidad del material.
Por el contrario, si la conexión es demasiado fuerte, la flexibilidad se volverá limitada, por lo que lo más probable será que se agriete y se rompa el circuito.

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