Y cuando estamos tristes, deprimidos,… nos da por comer chocolate, patatas fritas, dulces,…
Resulta que muchos de nuestros conflictos emocionales los expresamos a través de la comida, en la forma en la que nos relacionamos con ella. Muchas veces comemos sin sensación de hambre, tan sólo para calmar la ansiedad que en ese momento estamos sintiendo. En otras ocasiones tan sólo necesitamos llenar un vacío emocional,… Rabia, pena, ira, ansiedad, tristeza,… todos ellos estados emocionales que nos empujan a comer de una forma desordenada, compulsiva, muchas veces sin control. Realmente no es hambre lo que sientes, no necesitas llenar tu estomago, más bien es tu alma, tu esencia la que te pide alimento… Por ello, es necesario reconocer y gestionar esas emociones de una forma adecuada.
Instintivamente, hemos relacionado la comida con las emociones. Nuestra madre nos amamantaba cuando éramos bebés: ¿hay un acto más lleno de amor, cariño y ternura que ese? El ser humano necesita alimento y afecto para poder sobrevivir en sus primeros años de vida. Así, la alimentación física y emocional queda íntimamente ligada.
Muchas veces, cuando nos sentimos mal interiormente, cuando sentimos esa sensación de vacío en nuestro interior, llevamos a cabo conductas compulsivas relacionadas con la comida. Lo más fácil en esos casos es ir al armario de las galletas, o abrir el frigorífico y tratar de calmar ese hastío con comida. Esto puede llegar a convertirse en un hábito: se consumen cantidades excesivas de comida y al día siguiente queremos ponernos a dieta, algo severamente estricto, para contrarrestar los efectos de todo lo que ingerimos ayer,… lo que por otro lado, aumenta la sensación de frustración, de culpabilidad, las emociones negativas en general. ¡Confundimos a nuestro cuerpo! Con la comida no estamos solucionando ese conflicto interno y el asunto sin resolver continúa pendiente…
¿Qué puedo hacer si es esto justo lo que me ocurre?
Párate un momento, escucha a tu cuerpo, dedícate unos minutos y piensa…. Busca la razón por la que quieres comer ahora, ¿realmente tienes hambre?
-. Si estás pasando por una temporada complicada, de nervios, prueba con alguna técnica de relajación, ¡funciona! Realiza ejercicio físico de una forma regular, esto también va a ayudarte a calmar tu organismo. Procura no dejar la actividad deportiva para las últimas horas del día…
-. ¿Estás triste? ¿Sabías que puedes gestionar tu tristeza tratando de sonreir? Ten presente que tu cuerpo es un vehículo con el que puedes gestionar tus emociones, ¡úsalo! Si te encuentras con el ánimo un poco más bajo, no te pares, ¡muévete! Sal a pasear, queda con alguien para tomar algo, si estás en casa, ponte música alegre, baila delante del espejo si es necesario,…. Aunque creas que no, estos sencillos consejos son muy útiles para gestionar la ansiedad…
-. Come alimentos saludables. Tú sabes mejor que nadie lo que te conviene y lo que no, lo que es sano, así que nutre tu organismo como mejor sabes hacerlo.
-. Come de una forma pausada. Dedícate unos 20 minutos, como mínimo, en las comidas principales. Saborea los alimentos, come despacio y disfruta…
-. Toma conciencia de los alimentos que tienes delante de la mesa.
-. Come de forma consciente. Mente y cuerpo están plenamente dedicados a lo que, en ese momento, estamos haciendo. En la medida de lo posible evita compartir el momento de la comida con otras actividades como ver la televisión, leer un libro,…. Cualquier actividad que dificulte la conciencia plena sobre lo que estás haciendo. Por supuesto, come sentado, observa los alimentos en su forma, color y olor. Involucra a todos tus sentidos en este acto.
-. Come en pequeños bocados, saborea, mastica con calma…
-. Entre bocado y bocado, deja los cubiertos encima de la mesa, no tengas prisa…
-. Importante: no te saltes ninguna comida… La sensación de hambre puede llevarte a devorar después de una manera compulsiva…
-. Trata de reconocer realmente cuando tienes hambre y cuando has comido lo suficiente. Muchas veces, esa percepción de “ansiedad” se pasa en unos segundos. Prueba a esperar unos minutos, distráete con otra cosa y comprobarás cómo desaparece…
-. Evita las tentaciones. Lo más fácil es calmar nuestra ansiedad con alimentos de fácil y rápida ingesta: evita comprar dulces, bolsas de patatas, chocolates, vacía el armario de las galletas y llena tu cesta de la compra de frutas y alimentos saludables…
-. ¿Sabías que, muchas veces, esa sensación de “hambre” es tan sólo sed? Se pasa bebiendo un vaso de agua, así que procura mantener tu cuerpo bien hidratado…
-. Siempre: ¡prémiate! Dedica un día a la semana a comer eso que tanto te gusta…
No te obsesiones, no lleves acabo dietas imposibles, no pases hambre, pero aliméntate con sentido. Cuanto mejor comas, mejor te vas a sentir…
Cuando te sientas triste, solo, cuando algo dentro de ti no funcione, pide ayuda, desahoga esa emoción negativa, sonríe, llama a esa persona que tanto te reconforta, comparte tiempo con tus amigos y párate a pensar en todo lo bueno que te rodea…
Y si no encuentras alivio, llámame, estaré encantada de enseñarte a ser feliz…
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