Las neuronas que forman la sustancia negra, son las encargadas de producir la dopamina, un neurotransmisor decisivo en el control de los movimientos voluntarios y de los ajustes postulares.Su disminución produce una alteración de la concentración y acción en el núcleo estriado, causando una descoordinación de los movimientos.
El diagnóstico del párkinson es clínico. La aparición de síntomas típicos como bradicinesia, temblores o rigidez, son factores claros para diagnosticarlo. A éstos se unen otras pruebas complementarias de imagen, como una resonancia magnética cerebral o un PET, que ayudarán a confirmar el diagnóstico.
El tratamiento inicial de la enfermedad de párkinson, es básicamente farmacológico y consiste en administrar fármacos, que de alguna forma lo que van a hacer es suplir el déficit de dopamina que tienen los pacientes parkinsonianos. En general todos los pacientes con una enfermedad de párkinson responden de forma favorable a la medicación, aunque algunos de ellos lógicamente presentan algún efecto secundario, pero lo que en la mayoría de los casos conseguimos es que los pacientes puedan realizar una vida normal, durante al menos cinco u ocho años.
En caso de que el tratamiento farmacológico no logre controlar los síntomas del paciente durante todo el día, existe la posibilidad de abordar la enfermedad mediante la cirugía.
La cirugía de la enfermedad de párkinson, consiste en introducir unos electrodos a nivel de los núcleos subtalámicos en el cerebro, ya que esta estructura anatómica está hiperactiva en la enfermedad de párkinson, por lo cual, al introducir un electrodo en esta estructura anatómica, se inhibiría esta hiperactividad que el núcleo subtalámico presenta y paralelamente el paciente mejoraría toda su sintomatología.
Fuente: Doctora Rosario Luquin Especialista de Neurología de la clínica Universidad de Navarra y Doctor Jorge Guridi, Director del Departamento de Neurocirugía de la Clínica Universidad de Navarra
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