Vivimos inmersos en una cadena de responsabilidades, de obligaciones,… “Tengo que ir a trabajar”, hay que estar en forma y “tengo que ir al gimnasio”, “tengo que ponerme a dieta”, “tengo que dejar de fumar”, “no tengo que comer chocolate”, “tengo que hablar con…para solucionar…”, “tengo que hablar con mi jefe para…”…
A continuación vamos a explicar un simple gesto con el que podemos mejorar nuestro día a día.
Debemos hacer nuestras esas decisiones, ya que no es lo mismo “tener que ponerse a dieta”, a “querer ponerse a dieta”. ¿Notas la diferencia? ¿Te das cuenta de que, al cambiar ese pequeño detalle, no te sientes igual ante la misma actividad? Y este consejo nos puede venir bien a nivel general. Cuando decimos “tener que” sentimos que vamos arrastrándonos en el día, llevando a cabo actividades que son una obligación más que una decisión. Cuando decimos “quiero”, automáticamente nos hacemos dueños de nuestras decisiones y de las acciones que tenemos que llevar a cabo.
En lugar de vivirlo como algo que debemos tolerar, lo vivimos como algo que queremos hacer, enfatizando el entusiasmo, la intensidad e incluso la alegría de llevar a cabo esa actividad.
Se trata de darte cuenta de que lo que haces, lo haces porque tú quieres hacerlo. La realidad es que lo que hacemos, lo hacemos porque decidimos hacerlo, porque sabemos que en el fondo nos conviene. Ya sea ir al trabajo, pagar las facturas para que no nos corten la luz, ponernos a dieta,…. Todas ellas son decisiones que tomamos porque nos conviene hacerlo, independientemente de si es lo que preferimos o no.
Así, usando este “quiero”, cada vez que nos sintamos obligados a hacer algo que nos molesta, observamos como de manera automática nos sentimos dueños de la situación y nos vamos a dar cuenta de la enorme fuerza que tenemos dentro de nosotros mismos y que se llama VOLUNTAD.
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